Si convives con SIBO y tu mayor batalla es la distensión abdominal, entrenar una respiración terapéutica puede reeducar el patrón de distensión y devolver contención y confort.
Por qué el SIBO no siempre es “más gas”
Aunque tu sensación sea: “voy a explotar de la cantidad de gases que tengo acumulados en la barriga”, no siempre es así. Se ha demostrado que la mayoría de personas que sufren hinchazón abdominal no tienen más gases en su intestino que aquellas que no presentan síntomas. Entonces, ¿qué está ocurriendo realmente?
La clave está en cómo responde tu cuerpo a esos gases, o en el tipo de gas que se ha formado. Es decir, no se trata tanto de cuánto gas tienes, sino del tipo de gas, de cómo lo percibes, cómo lo manejas y cómo reacciona tu abdomen ante él. ¿Cómo? ¿Que puede que no haya un exceso de gas como tal, y aun así me siento tan hinchada? Efectivamente.
Después de muchos años de investigación, el grupo del Dr. Francisco Azpiroz, del Hospital Universitario Vall d’Hebron (Barcelona), publicó en 2024 un estudio en la revista Gastroenterology que cambió el enfoque sobre este tema. En ese trabajo explicaban que la mayoría de los pacientes con distensión abdominal padecen lo que se conoce como disinergia abdominofrénica. Un nombre complejo, sí, pero que esconde un fenómeno muy revelador.
En condiciones normales, el abdomen tiene la capacidad de acomodarse al contenido que alberga: gases, líquidos, alimentos, heces… El cuerpo se adapta. Si se generan gases, lo normal es que el diafragma se relaje. Este proceso natural se llama acomodación abdominal, y permite que el volumen interno aumente sin que notemos distensión ni presión.

Pero cuando hay disinergia abdominofrénica, ocurre justo lo contrario. Con la misma cantidad de gas que una persona sin síntomas, el cuerpo reacciona de forma descoordinada: el diafragma se contrae y baja, mientras que la pared abdominal se abomba hacia fuera. El resultado es que el abdomen se distiende visiblemente.
¿Por qué ocurre?
La causa principal es una hipersensibilidad visceral, concretamente una hipersensibilidad intestinal. Y detrás de esa sensibilidad aumentada hay tres factores clave: una microbiota intestinal alterada, una mucosa digestiva debilitada (es decir, un recubrimiento del intestino interno más permeable y menos protector) y una situación de estrés crónico o conflictos emocionales sin resolver.
Estos tres factores, además, se retroalimentan entre sí. Cuando la microbiota está alterada, suele verse afectada también la mucosa intestinal, lo que aumenta la sensibilidad del intestino a estímulos que antes no molestaban. Y cuando hay estrés crónico o emociones bloqueadas, se dificulta la regeneración tanto de la microbiota como de la mucosa. Es un círculo vicioso: microbiota, mucosa y sistema nervioso se influyen y se dañan mutuamente.
La respiración como terapia
El estudio mencionado del grupo del Dr. Francisco Azpiroz (un ensayo clínico aleatorizado) mostró que el biofeedback fue capaz de corregir la disinergia abdominofrénica y reducir la distensión. ¿Y qué es eso del biofeedback?
El biofeedback consiste en respirar con unos sensores colocados en tórax y abdomen que devuelven, en tiempo real, cómo se está moviendo cada zona. Con esa información visual y la guía del terapeuta, el paciente aprende a modificar de forma consciente y controlada su patrón de respiración.
En el estudio, durante las tres primeras semanas los participantes realizaron una sesión de entrenamiento con biofeedback aproximadamente una vez por semana. Desde la primera sesión, se les indicó repetir los mismos ejercicios en casa, ya sin sensores, durante 5 minutos antes y 5 minutos después del desayuno, la comida y la cena, todos los días, a lo largo de las 4 semanas que duró la intervención.
Cómo practicar la respiración terapéutica (paso a paso)
- Busca una postura cómoda. Puedes hacerlo sentado o de pie, pero con la espalda recta y el abdomen libre. Afloja el cinturón o evita ropa que apriete demasiado la zona del vientre.
- Coloca tus manos: una sobre el pecho y otra sobre la barriga. Te ayudarán a sentir el movimiento.
- Inhala por la nariz, despacio: lleva el aire hacia la parte alta del pecho (como si quisieras subir el pecho) mientras recoges suavemente el abdomen hacia dentro. Imagina que tu pecho sube y tu abdomen se recoge.
- Exhala por la boca, lentamente: deja que el pecho baje y el abdomen se relaje, permitiendo que salga hacia fuera con naturalidad. Como si soltaras el aire junto con la tensión.
Video de artículo Thoracoabdominal Wall Motion–Guided Biofeedback Treatment of Abdominal Distention: A Randomized Placebo-Controlled Trial (DOI: 10.1053/j.gastro.2024.03.005).
Este tipo de respiración se recomienda realizar durante 5 minutos, idealmente antes y después de cada comida: justo al iniciar y de nuevo 30 minutos tras comer. Si tienes que priorizar, hazla solo después de las ingestas más copiosas (habitualmente, comida y cena), o incluso puedes practicarla solamente cuando empiecen los primeros síntomas.
No es una respiración diafragmática
Puede que hayas escuchado hablar de la respiración diafragmática, y sus beneficios para relajación y manejo del estrés, incluso para mejorar el reflujo gastroesofágico. Esto es distinto. Aquí buscamos reeducar un reflejo que empuja el abdomen hacia fuera tras comer.
Mientras que en la respiración diafragmática al inspirar el diafragma desciende y el abdomen sale de forma amplia y relajada, en esta respiración al inspirar el pecho se eleva y el abdomen entra suavemente.
Una herramienta que suma al tratamiento
En el SIBO suelen coexistir dos cosas: la disinergia abdominofrénica y el exceso de gas (o la formación de un tipo de gas especialmente molesto). Además, la propia disbiosis intestinal del SIBO puede favorecer esa disinergia. Por eso, lo ideal es combinar el reentrenamiento respiratorio (esta respiración terapéutica) con un tratamiento específico para el SIBO.
©2025 Lucía Redondo Cuevas. Derechos reservados.

