Estudio SIBO - Calidad de vida

Estudio SIBO - Calidad de vida

Después de la primera publicación del Ensayo clínico que hicimos sobre el tratamiento combinado de antibióticos, herbáceos y ayudas para recuperar la mucosa digestiva en pacientes con SIBO publicado en la revista Nutrients; hemos vuelto a publicar, en la misma prestigiosa revista un artículo sobre el efecto del tratamiento del SIBO en la calidad de vida.

A continuación, comparto la traducción literal de la publicación. Si quieres acceder a la versión original del artículo en inglés, o si quieres consultar las referencias bibliográficas utilizadas, puedes leerlo AQUÍ

¿Deberíamos tratar a los pacientes con SIBO? Impacto en la calidad de vida y respuesta a un tratamiento integral: un estudio de práctica clínica en el mundo real

Resumen

Antecedentes: El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) es una disbiosis caracterizada por una proliferación excesiva de bacterias en el intestino delgado, que da lugar a síntomas abdominales que afectan significativamente la calidad de vida de los pacientes.

Objetivos: Este estudio tiene como objetivo evaluar el impacto de un enfoque terapéutico integral en la mejora de la calidad de vida de los pacientes con SIBO.

Métodos: Para ello, se utilizaron cuestionarios estandarizados al inicio, a los 30 días y a los 90 días, incluyendo el IBS-QOL (Cuestionario de Calidad de Vida en el Síndrome del Intestino Irritable), la escala GSRS (Escala de Evaluación de Síntomas Gastrointestinales), el EuroQOL-5D y la Escala de Bristol.

Resultados: Los resultados muestran que un enfoque integral, que combina tratamiento farmacológico, intervención dietética adecuada y estrategias dirigidas a mejorar la microbiota intestinal y la permeabilidad intestinal, produce una mejora sostenida en la calidad de vida de una proporción significativa de los pacientes que participaron en el estudio. Además, los resultados sugieren que, aunque la normalización de los gases es un indicador relevante, la mejoría clínica y la calidad de vida dependen considerablemente de la percepción subjetiva del estado de salud por parte de los pacientes.

Conclusiones: Este hallazgo subraya la importancia de reconocer el SIBO como una condición prevalente que requiere diagnósticos precisos y tratamientos individualizados para mejorar el bienestar de los pacientes.

 

1. Introducción 

La microbiota, compuesta por diversos microorganismos que interactúan de forma simbiótica con el huésped, desempeña un papel crucial en numerosas funciones del organismo, incluyendo la digestión, los mecanismos de defensa, el metabolismo y la regulación endocrina. Este equilibrio complejo, conocido como eubiosis, puede verse alterado por diversos factores, lo que conduce a una disbiosis, caracterizada por un desequilibrio en la composición de la microbiota [1,2]. El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) es una de las consecuencias de la disbiosis en el intestino delgado, y es prevalente entre los pacientes con síndrome del intestino irritable (SII) [3]. Con síntomas como distensión abdominal, flatulencia y alteraciones en el ritmo intestinal, el SIBO a menudo trasciende el sistema digestivo, contribuyendo a complicaciones extraintestinales [2,4].

El SIBO engloba varios tipos, clasificados principalmente según el gas predominante excretado por los microorganismos: hidrógeno (SIBO-H₂), metano (SIBO-CH₄) y sulfuro de hidrógeno. Cabe destacar que algunos pacientes pueden presentar una combinación de gases, lo que complica tanto el diagnóstico como el manejo clínico [5].

Los criterios diagnósticos del SIBO han evolucionado desde cultivos invasivos de aspirado yeyunal hacia pruebas de aliento no invasivas, lo que ha permitido una detección más temprana y un aumento en las tasas estimadas de incidencia [6]. El tratamiento típicamente implica antibióticos, aunque su eficacia es variable, lo que ha motivado la exploración de terapias alternativas [7].

Los suplementos herbales han surgido como coadyuvantes prometedores de la terapia antibiótica, con estudios que demuestran una efectividad comparable en el manejo del SIBO [8,9]. Además, los probióticos, la glutamina y la fibra prebiótica han mostrado potencial para aliviar los síntomas del SIBO y mejorar los resultados clínicos de los pacientes [10,11,12]. A pesar de estos avances, persisten desafíos, entre ellos la falta de consenso sobre las estrategias dietéticas y las altas tasas de recaída tras el tratamiento antibiótico [13]. Abordar estas limitaciones requiere un enfoque holístico centrado en la modificación del ecosistema bacteriano para favorecer la resolución de la disbiosis y el bienestar del paciente.

A pesar del reconocimiento creciente del sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) dentro de la comunidad médica y de la disponibilidad de guías de manejo emitidas por las principales sociedades científicas digestivas, muchos profesionales de la salud aún no proporcionan una atención y un tratamiento adecuados a los pacientes afectados. Este escepticismo hacia la condición puede conducir a un infradiagnóstico y, en consecuencia, a un manejo subóptimo, comprometiendo finalmente la calidad de vida de los pacientes [7].

Sigue existiendo una incertidumbre considerable en relación con el manejo óptimo del SIBO para mejorar tanto la respuesta clínica como los resultados en las pruebas de aliento. Además, existe aún menos evidencia sobre el estado de salud y la calidad de vida de estos pacientes, y sobre si el manejo de la enfermedad mejora efectivamente su bienestar. Es imperativo reconocer el impacto sustancial del SIBO en la calidad de vida de los pacientes, equiparable al observado en pacientes con SII. Esta afirmación se ve respaldada por los hallazgos de Casellas Jordà y López Vivancos [14], cuyo estudio corroboró que el SII tiene un impacto significativo en numerosos aspectos de la vida, no solo debido a los síntomas, sino también por sus repercusiones funcionales. Sin embargo, a diferencia del SII, la evaluación de estos impactos en el SIBO sigue siendo poco explorada, especialmente en lo que respecta a la respuesta clínica de estos aspectos de la calidad de vida tras el tratamiento.

En resumen, a medida que el panorama del manejo del SIBO continúa evolucionando, existe una necesidad crítica de estrategias de evaluación integrales que abarquen no solo los resultados clínicos, sino también los resultados reportados por los pacientes relacionados con la calidad de vida y el bienestar general.

Por tanto, nuestra hipótesis es que el manejo integral del SIBO, que integre el apoyo clínico de los médicos junto con la orientación dietética por parte de un nutricionista centrada en la dieta baja en FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables), complementada con probióticos, glutamina y fibra prebiótica, podría servir como una herramienta clínica relevante para mejorar o normalizar la calidad de vida de los pacientes con SIBO.

 

2. Material y métodos

2.1. Población del estudio

Se incluyó a un total de 179 pacientes diagnosticados con SIBO basándose en la medición de los gases hidrógeno y metano en el aire espirado. Estos individuos acudieron al Departamento de Gastroenterología del Hospital de Sagunto y al Hospital Casa de Salud en Valencia, España, entre noviembre de 2021 y marzo de 2023.

Los criterios de inclusión implicaron un diagnóstico confirmado de SIBO por hidrógeno o metano, cumplimiento del tratamiento prescrito durante tres meses y la firma del consentimiento informado. Los criterios de exclusión consistieron en tener menos de 18 años, padecer una enfermedad digestiva crónica relacionada (como enfermedad celíaca o enfermedad inflamatoria intestinal), la presencia de parásitos intestinales, niveles elevados de calprotectina fecal o cualquier otra causa potencial de disbiosis que pudiera influir en los resultados del tratamiento, según la valoración del gastroenterólogo.

2.2. Recogida de datos

Los datos se recopilaron entre noviembre de 2021 y marzo de 2023, y todos los pacientes fueron monitorizados desde su diagnóstico inicial a lo largo de los tres meses de tratamiento posteriores.

2.2.1. Diagnóstico de SIBO

Cada paciente se sometió a una prueba de aliento al inicio y a los 3 meses del estudio. En este procedimiento, el paciente consume un sustrato (ya sea lactulosa o lactitol) y se recogen muestras de aire espirado cada 25 minutos durante un período de 175 minutos. A partir de los resultados se generó una gráfica que mostraba las concentraciones de hidrógeno, metano y dióxido de carbono (CO₂). Se evaluaron los niveles de CO₂ para confirmar una correcta recogida de las muestras. Si los niveles de hidrógeno aumentaban en 20 ppm con respecto al valor basal antes del minuto 90, el resultado se consideraba positivo para SIBO por H₂. Si los niveles de metano superaban los 10 ppm en cualquier momento de la gráfica, el resultado se consideraba positivo para SIBO por CH₄.

2.2.2. Pruebas analíticas complementarias

Se realizó una analítica de sangre rutinaria al comienzo y al final del tratamiento para evaluar el estado general de salud del paciente, junto con coprocultivos, calprotectina fecal y análisis de parásitos en heces. El análisis también incluyó pruebas de vitamina B12, vitamina D, ácido fólico, anticuerpos antitransglutaminasa, hemograma, enzimas hepáticas, metabolitos del hierro y proteína C reactiva.

2.2.3. Medición de covariables

Además de la edad, el sexo, el índice de masa corporal (IMC), los hábitos tabáquicos, la ingesta diaria de alcohol, las enfermedades crónicas y los antecedentes de medicación, todos los pacientes fueron evaluados mediante cuestionarios estandarizados de calidad de vida. Estos incluyeron el cuestionario de Calidad de Vida en el Síndrome del Intestino Irritable (IBS-QOL), la Escala de Evaluación de Síntomas Gastrointestinales (GSRS) y el cuestionario EuroQOL-5D. Además de los cuestionarios mencionados, se pidió a los pacientes que indicaran el tipo de heces que habían tenido durante las últimas 4 semanas utilizando la escala de Bristol.

El cuestionario IBS-QOL es una herramienta diseñada para evaluar la calidad de vida en personas con síndrome del intestino irritable (SII) [15]. La versión española adaptada y validada del IBS-QOL [16] incluye 34 ítems presentados como afirmaciones descriptivas y abarca ocho subescalas: emocional, mental, patrón de sueño, energía, actividad física, adaptaciones dietéticas, vida sexual y entorno social y laboral. Cada ítem se califica en una escala de 5 puntos para medir en qué medida la descripción se ajusta a los sentimientos del encuestado: en absoluto, ligeramente, moderadamente, bastante y extremadamente o en gran medida. Todas las respuestas se suman y se estandarizan (0–100) para calcular la puntuación total y las puntuaciones de las subescalas, donde las puntuaciones más bajas reflejan una mejor calidad de vida relacionada con la salud (CVRS). Esta herramienta evalúa cómo el SII afecta a diversos aspectos de la vida del paciente. Las puntuaciones más altas del IBS-QOL indican una mejor calidad de vida en relación con el SII.

Además, se administró la versión española del EuroQoL-5D [17,18]. El EuroQoL-5D es una herramienta estandarizada para evaluar la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS). Consta de dos componentes principales: un sistema descriptivo que evalúa cinco dimensiones de la salud (movilidad, cuidado personal, actividades cotidianas, dolor/malestar y ansiedad/depresión), y una escala analógica visual (EVA) que mide el estado general de salud. En el sistema descriptivo, el primer componente del EuroQoL-5D, los pacientes califican su estado de salud en el día de la entrevista en relación con las cinco dimensiones mencionadas. El segundo componente consiste en la EVA, en la que los encuestados valoran su estado general de salud en una escala vertical de 20 cm, marcada con anclas en 0 (que indica el peor estado de salud posible) y 100 (que representa el mejor estado de salud posible), conocida comúnmente como el “termómetro de la salud”.

El GSRS es un cuestionario diseñado para evaluar los síntomas gastrointestinales en pacientes con diversas afecciones, incluido el SII [19,20], y contiene 15 ítems que valoran la gravedad de los síntomas gastrointestinales durante los últimos siete días. Los ítems abordan la gravedad de síntomas como dolor abdominal, dolor aliviado tras la evacuación, distensión, flatulencia, estreñimiento, diarrea, heces blandas, heces duras, necesidad urgente de defecar, evacuación incompleta, sensación de plenitud poco después de comer, sensación de plenitud mucho después de las comidas y distensión abdominal visible. Cada ítem se califica en una escala de 1 a 7, donde 1 significa “ninguna molestia” y 7 significa “molestia extremadamente grave” relacionada con el síntoma. Las puntuaciones más altas en el GSRS indican síntomas gastrointestinales más graves.

La escala de Bristol [21] es una herramienta útil para clasificar las heces según su forma y consistencia. Esta clasificación en siete tipos puede ayudar a comprender mejor la salud digestiva y detectar posibles alteraciones en la motilidad intestinal. Los tipos 1 y 2 indican estreñimiento, los tipos 3 y 4 se consideran normales, y los tipos 5, 6 y 7 se asocian con diarrea.

Los participantes completaron los tres cuestionarios (IBS-QOL, EQ-5D y GSRS) y la escala de Bristol bajo la supervisión de personal médico capacitado. Se garantizó la comprensión de las instrucciones y se prestó ayuda en caso de cualquier duda. La administración de los cuestionarios se llevó a cabo en el hospital para asegurar condiciones adecuadas durante su cumplimentación. Cada cuestionario se administró al inicio del estudio, a las 4 semanas y a los 3 meses de seguimiento para evaluar los cambios en la gravedad de los síntomas a lo largo del tiempo.

2.2.4. Procedimiento

Para ser incluidos en el estudio, los pacientes tuvieron una consulta inicial con un gastroenterólogo y otorgaron su consentimiento firmando el formulario de consentimiento informado. Durante esta visita, se registraron los resultados de la prueba de aliento, confirmando el diagnóstico. Se obtuvo una historia clínica detallada, que incluía mediciones antropométricas (peso, altura), consumo de tabaco, consumo de alcohol y uso de medicamentos, y también se solicitó un análisis de sangre y heces. En función del tipo de SIBO, el médico prescribió el tratamiento adecuado.

A continuación, el paciente acudió a un dietista-nutricionista, quien registró sus hábitos alimentarios para recomendar una dieta personalizada baja en FODMAP, adaptada a sus necesidades y estilo de vida, con el objetivo de mejorar la adherencia y la satisfacción con la dieta. Los tratamientos con antibióticos y hierbas medicinales se iniciaron junto con la dieta baja en FODMAP durante el primer mes de tratamiento.

Tras 30 días de tratamiento, los pacientes acudieron a una consulta de seguimiento con el dietista-nutricionista, quien les ofreció orientación sobre cómo reintroducir los alimentos durante las 8 semanas siguientes. En esta etapa, se programó una nueva prueba de aliento para SIBO y otra analítica de sangre después de 6 semanas de tratamiento (15 días antes de la consulta final con el gastroenterólogo).

Después de 90 días de tratamiento, los pacientes tuvieron una consulta final con el gastroenterólogo para revisar los síntomas clínicos y los resultados tanto de los análisis de sangre como de la prueba de aliento para SIBO (Figura 1) [22].

Figura 1. Diagrama del curso temporal del tratamiento (adaptado de Redondo-Cuevas et al. [22]).

 

2.2.5. Tratamiento

El tratamiento fue integral e integrado, centrado en la orientación dietética por parte de un nutricionista junto con el apoyo clínico de los médicos. El tratamiento se personalizó para cada paciente según el tipo de SIBO. Todos los pacientes recibieron rifaximina (junto con neomicina, si se trataba de SIBO por metano), además de una dieta baja en FODMAP guiada por un nutricionista. Se añadieron hierbas (aceite de orégano, menta y berberina) al protocolo gastrointestinal (IVADI), seguidas de probióticos con L. rhamnosus CBI, Bifidum BB47, B. longum ES1 y L-glutamina.

2.3. Análisis estadístico

Las variables cuantitativas se presentaron como medias y desviaciones estándar, mientras que los datos cualitativos se expresaron mediante frecuencias absolutas (n) y relativas (%). Se utilizó la prueba t de Student para muestras emparejadas para identificar posibles diferencias entre los valores iniciales y finales de las variables cuantitativas, mientras que para las variables cualitativas se emplearon pruebas de Chi-cuadrado. Para comparar los diferentes subgrupos de SIBO, se aplicó la prueba t de Student. Por último, para controlar posibles factores de confusión, se realizó un análisis de regresión logística binaria en todos los pacientes y dentro de los subgrupos de SIBO para evaluar la normalización de los gases espirados y los indicadores clínicos tras 3 meses de tratamiento.

2.4. Consideraciones éticas

El estudio se llevó a cabo conforme a las directrices éticas internacionales para la investigación en humanos y ensayos clínicos, tal como se describe en la Declaración de Helsinki, y recibió la aprobación del Comité de Ética de Investigación Clínica del Hospital de Sagunto (FXC-TNF-2015-01). Todos los participantes proporcionaron su consentimiento informado por escrito.

 

3. Resultados

Las características de los pacientes analizados se describen en la Tabla 1. Entre los 179 pacientes con SIBO estudiados, el 31,3% presentaban SIBO por hidrógeno y el 68,7% SIBO por metano. La edad media fue de 45,7 ± 16,2 años y el 82,7% eran mujeres. Tras el tratamiento, la excreción de gases se normalizó en el 41,3% de los pacientes (33,9% en SIBO por hidrógeno y 44,7% en SIBO por metano). Sin embargo, la respuesta clínica fue significativamente mejor, con un 72,6% de los pacientes experimentando una mejoría clínica (71,4% en SIBO por hidrógeno y 73,2% en SIBO por metano). No se observaron diferencias significativas entre quienes normalizaron los niveles de gas y quienes no, en ninguna de las variables analizadas (Tabla 1), tanto en la normalización de gases como en la evolución clínica, aunque se observó una mayor respuesta en el SIBO por CH₄. Se ofrecen más detalles sobre estos resultados clínicos en el artículo publicado en 2024 [22].

Tabla 1. Descripción de la muestra y comparación según el éxito del tratamiento basado en la curva de excreción de gases y en criterios clínicos.

En la Tabla 2, se puede observar que el 100% de los pacientes informó una mejora en su estado de salud percibido, independientemente de si lograron o no la normalización de los gases. Es destacable que la diferencia entre los valores iniciales y finales es mayor entre aquellos que normalizaron los niveles de gases en la prueba de SIBO posterior al tratamiento. Esta diferencia también se observa entre los pacientes que normalizaron sus síntomas clínicos y aquellos que no lo hicieron.

Tabla 2. Evolución de las puntuaciones de la escala EQ-5D según la normalización de los gases espirados y de los síntomas clínicos.

En la escala GSRS (Tabla 3), también se observa una evolución positiva. Sin embargo, no se encuentran diferencias significativas entre quienes lograron la normalización de los gases y quienes no, en ambos casos.

Tabla 3. Evolución de las puntuaciones de la escala GSRS según la normalización de los gases espirados y de los síntomas clínicos.

Del mismo modo, se observa una mejora en la escala IBS-QoL (Tabla 4) a lo largo del tratamiento en todos los pacientes incluidos en el estudio. Sin embargo, una vez más, no se encuentran diferencias significativas entre quienes mostraron una normalización de los gases y aquellos con mejoría de los síntomas clínicos. Esta tendencia es coherente en todos los dominios analizados (emocional, mental, sueño, energía, actividad física, dieta, social, sexual y laboral).

Tabla 4. Evolución de las puntuaciones de la escala IBS-QoL según la normalización de los gases espirados y de los síntomas clínicos.

La evolución de la calidad de las heces se evaluó mediante la Escala de Heces de Bristol al inicio, al mes y a los tres meses después del tratamiento. La consistencia de las heces se clasificó en tres categorías principales: normal, dura (asociada con estreñimiento) y blanda (asociada con diarrea).

Como se muestra en la Figura 2A, el número de pacientes con consistencia normal de las heces aumenta a medida que avanza el tratamiento. Por el contrario, el número de pacientes con heces duras (Figura 2B) y heces blandas (Figura 2C) disminuye a los 30 y 90 días. Estos tres patrones se observan tanto en los pacientes que lograron la normalización de los niveles de gas tras el tratamiento como en aquellos que no lo hicieron.

Figura 2. Evolución del porcentaje de pacientes con heces normales (Panel A), heces duras (Panel B) o heces blandas (Panel C) según la Escala de Heces de Bristol.

Los pacientes que no normalizaron los niveles de gas están representados en azul (NN), mientras que aquellos que lograron la normalización se muestran en naranja (N).

En la Figura 3A, se puede observar que, a medida que avanza el tratamiento, aumenta el número de pacientes con consistencia normal de las heces. Por el contrario, a los 30 y 90 días, disminuye el número de pacientes con heces duras (Figura 3B) y con heces blandas (Figura 3C). Estos tres patrones se observan tanto en los pacientes que lograron la normalización de los síntomas clínicos tras el tratamiento como en aquellos que no lo hicieron.

Figura 3. Evolución del porcentaje de pacientes con heces normales (Panel A), heces duras (Panel B) o heces blandas (Panel C) según la Escala de Heces de Bristol.

Los pacientes que no normalizaron los síntomas clínicos están representados en azul (NR), mientras que aquellos que lograron la normalización se muestran en naranja (R).

Finalmente, para determinar si algún factor inicial podría predisponer a los pacientes a la normalización de la excreción de gases o a la normalización de los síntomas clínicos, se realizó un análisis de regresión logística. El análisis comparó la normalización de gases (sí/no) frente a múltiples variables (sexo, edad, tipo de SIBO y puntuaciones iniciales de EQ-5D, GSRS, IBS-QoL y Escala de Bristol). No se obtuvo un modelo significativo cuando el análisis se realizó para la normalización de gases (Chi-cuadrado = 8,365; p = 0,399).

Sin embargo, al analizar la normalización de los síntomas clínicos, el modelo arrojó un Chi-cuadrado = 10,009; p = 0,002, mostrando una asociación significativa con la puntuación inicial de autopercepción en la escala visual del EQ-5D (ExpB = 1,029; IC 95%: 1,010–1,048; p = 0,002). El área bajo la curva ROC fue de 0,655 (IC 95%: 0,567–0,743; p = 0,001), lo que indica que una mayor percepción inicial de bienestar aumentó la probabilidad de mejoría clínica de los síntomas.

 

4. Discusión

A pesar del creciente interés clínico y científico en el SIBO, existen relativamente pocos estudios que examinen la calidad de vida en los pacientes afectados. Hasta donde sabemos, este es el primer estudio con un tamaño muestral amplio que evalúa mejoras en la calidad de vida en pacientes con SIBO tras un tratamiento basado en las guías clínicas internacionales actuales [7,23].

Nuestros resultados revelan que, tras el tratamiento, el 41,3% de los pacientes lograron la normalización de los gases, mientras que el 72,6% reportaron una mejora clínica significativa al finalizar la terapia [22]. Este hallazgo concuerda con investigaciones previas que sugieren que la calidad de vida en pacientes con SIBO o SII está más estrechamente relacionada con la mejoría clínica que con los resultados de pruebas diagnósticas [24]. Los pacientes que lograron la normalización de los síntomas clínicos mostraron mejoras significativas en las escalas de calidad de vida (EQ-5D, GSRS, IBS-QoL), mientras que aquellos que solo normalizaron los niveles de gas sin una reducción significativa de los síntomas experimentaron cambios menos pronunciados.

Se observó una tendencia general de mejora en la salud autopercibida en la escala EQ-5D, con un progreso notable a los 90 días. Esto resalta la importancia de evaluar y abordar los síntomas clínicos y el bienestar subjetivo, más allá de centrarse únicamente en los resultados objetivos de la prueba de aliento para el SIBO [25]. Esto se ve respaldado por guías recientes que sugieren que las pruebas de aliento para el diagnóstico de SIBO pueden no ser precisas y deberían reconsiderarse en futuras estrategias diagnósticas [26].

El análisis de regresión indicó que la percepción inicial del bienestar en la escala visual del EQ-5D fue el predictor más significativo de la mejoría clínica, reforzando la relevancia de la percepción individual en los resultados del paciente. Esto concuerda con estudios previos que muestran que una mayor autopercepción inicial de salud aumenta la probabilidad de mejoría clínica en pacientes con SII y SIBO [27,28].

El tratamiento del SIBO también se ha relacionado con mejoras del estado de ánimo, reduciendo la ansiedad y la depresión, que son altamente prevalentes entre estos pacientes. Este efecto podría estar relacionado con una mejora en el metabolismo del triptófano, una vía clave en el eje intestino-cerebro [29]. Además, el apoyo social, el estrés y la ansiedad se han identificado como factores importantes que afectan la calidad de vida en pacientes con SII [30,31,32]. Los pacientes con SII que presentan altos niveles de estrés y ansiedad informan una peor calidad de vida, lo que sugiere que las intervenciones psicológicas podrían ser beneficiosas cuando se combinan con el tratamiento del SIBO [31,32].

Estos hallazgos enfatizan la importancia de un enfoque multidisciplinar que considere tanto los factores biológicos como los psicosociales en el manejo del SIBO y del SII. Futuros estudios deberían explorar el papel de las intervenciones psicológicas en la mejora de la calidad de vida de los pacientes con SIBO, con el objetivo de alcanzar un enfoque terapéutico más integral y personalizado.

En cuanto a los subgrupos de pacientes, aquellos con SIBO con predominio de metano (SIBO-CH₄) mostraron una mayor tendencia hacia la normalización clínica. Esto respalda investigaciones previas que indican que el tipo de SIBO influye en la respuesta al tratamiento y en la calidad de vida. El SIBO-CH₄, a menudo asociado con síntomas de estreñimiento, tiende a afectar de forma diferente la calidad de vida en comparación con el SIBO-H₂, que está más comúnmente vinculado a la diarrea y otros síntomas gastrointestinales [24,33]. Además, las mejoras en la consistencia de las heces (Figura 2), observadas tanto en pacientes que normalizaron los niveles de gas como en aquellos que no, subrayan el potencial del tratamiento para regular la motilidad intestinal y la calidad de las heces. Este es un aspecto crítico de la calidad de vida en pacientes con SIBO, ya que la normalización de las heces puede correlacionarse con una mayor sensación de bienestar y control de los síntomas, en línea con los hallazgos en la investigación sobre SII [34,35].

Estudios adicionales sobre los efectos de la dieta, incluidas las dietas bajas en FODMAP y sin gluten, han demostrado beneficios en la calidad de vida de pacientes con SII [36,37]. En nuestro estudio [22], implementamos una intervención dietética baja en FODMAP con fases de reintroducción, lo cual probablemente contribuyó de manera significativa a las mejoras observadas en la calidad de vida. Investigaciones previas sugieren que los pacientes con SII que evitan o restringen ciertos alimentos tienden a tener síntomas más graves y una menor calidad de vida [38]. Esta estrategia dietética no solo facilita el control de los síntomas, sino que también puede optimizar la respuesta clínica, llevando a la normalización de los gases y a la reducción de los síntomas, proporcionando un enfoque de tratamiento más holístico e individualizado.

Finalmente, el uso de suplementos herbales y de estrategias para mejorar la permeabilidad intestinal en este estudio puede haber potenciado aún más la percepción de calidad de vida en los pacientes. Muchas de las plantas antimicrobianas utilizadas [22], junto con la glutamina, fibras prebióticas y probióticos, también son conocidas por reducir la hipersensibilidad visceral [39,40,41,42,43]. En estudios futuros, sería muy interesante realizar un análisis de la microbiota intestinal, dado que el SIBO está relacionado con un tipo específico de disbiosis intestinal, con el fin de observar estas mejoras en la permeabilidad intestinal y la composición de la microbiota.

Un hallazgo clave de este estudio es que, con un tamaño de muestra considerable, la mayoría de los pacientes mostró mejoras en los parámetros de calidad de vida al finalizar la intervención. Esto resalta la efectividad de nuestro enfoque integral, constituyendo una de las contribuciones más significativas de esta investigación. Nuestros resultados indican claramente que los pacientes diagnosticados con SIBO, independientemente del SII u otras comorbilidades, experimentan mejoras notables a medio plazo cuando reciben un tratamiento integrado que combina farmacoterapia, suplementación y dieta. El SIBO sigue siendo una de las afecciones más comunes que llevan a los pacientes a consultar en atención primaria y con especialistas en gastroenterología, y sin embargo, muchos profesionales sanitarios siguen mostrando escepticismo a la hora de realizar pruebas diagnósticas o prescribir tratamientos dirigidos a esta gran población de pacientes [44,45,46]. Nuestros datos de práctica clínica real aportan evidencia clara de que este enfoque integral, que incorpora modificaciones dietéticas y tratamiento dirigido a la microbiota, mejora significativamente la calidad de vida de los pacientes tanto a corto como a medio plazo. Por tanto, generalizar este enfoque para el manejo del SIBO parece ser una medida razonable.

Hasta la fecha, y según nuestro conocimiento y una revisión exhaustiva de la literatura científica disponible, ningún estudio ha analizado específicamente la calidad de vida en pacientes con sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO). La mayoría de las investigaciones disponibles abordan este tema de forma indirecta o en combinación con otras afecciones, como el SII, lo cual limita las comparaciones directas con nuestros hallazgos. En este contexto, nuestro estudio aporta una contribución única y valiosa, siendo uno de los pocos —si no el único— en examinar de manera específica y exhaustiva el impacto de una intervención sobre la calidad de vida en esta población de pacientes. Los resultados obtenidos, que demuestran una mejora significativa y constante en todos los pacientes, subrayan la importancia de este enfoque integral y resaltan el valor de nuestro estudio en un campo poco explorado.

En última instancia, se necesitan más estudios para evaluar el impacto a largo plazo de los distintos enfoques terapéuticos sobre la calidad de vida de los pacientes con SIBO, considerando especialmente las diversas estrategias actualmente respaldadas por las guías internacionales para el manejo del SIBO [47,48,49].


Fortalezas y limitaciones

Una de las principales limitaciones de este ensayo es la falta de un grupo placebo o de control, lo que dificulta separar los efectos específicos de la intervención de la variabilidad natural de los síntomas o del efecto placebo. Esta decisión se tomó por razones éticas, ya que no sería adecuado dejar sin tratamiento a pacientes con síntomas significativos. Además, dado que la calidad de vida es una medida subjetiva, la mejoría observada podría estar influenciada por factores como las expectativas del paciente o efectos psicológicos relacionados con la intervención. Se necesitan ensayos clínicos aleatorizados y controlados con muestras más grandes y diversas para confirmar estos hallazgos y determinar la verdadera magnitud del efecto del tratamiento.

Asimismo, reconocemos la dificultad de aislar los efectos de las distintas intervenciones en un tratamiento tan multimodal e integral. Nuestro estudio busca evaluar el impacto de un enfoque holístico, reconociendo que los efectos individuales de cada componente no pueden separarse completamente.

Por otro lado, este estudio aporta valor al evaluar no solo la resolución de síntomas, sino también la calidad de vida de los pacientes con SIBO, un aspecto clave que a menudo se subestima. Su seguimiento a medio y largo plazo (30 y 90 días) permite analizar la sostenibilidad del tratamiento y ofrece una visión más completa de su impacto. Además, el enfoque integral, que combina antibióticos, dieta y suplementos, refleja la práctica clínica habitual. El uso de cuestionarios validados y la inclusión de diferentes subtipos de SIBO fortalecen la validez del estudio y sientan las bases para futuras investigaciones más sólidas.

 

5. Conclusiones

Los resultados de nuestro estudio sugieren firmemente que un enfoque integral que combine tratamiento farmacológico, una intervención dietética adecuada y un tratamiento dirigido a mejorar la microbiota intestinal y la permeabilidad intestinal conduce a una mejora sustancial y sostenida en la calidad de vida de un porcentaje considerable de los pacientes con SIBO incluidos en nuestro estudio.

Por otro lado, los resultados sugieren que, aunque la normalización de los gases es un indicador relevante, la mejoría clínica y la calidad de vida dependen en gran medida de la percepción subjetiva del estado de salud por parte de los pacientes. Este hallazgo no solo confirma la eficacia de nuestra intervención, sino que también refuerza la necesidad de reconocer el SIBO como una condición clínica altamente prevalente que requiere un diagnóstico preciso y tratamientos específicos para optimizar el bienestar del paciente.